martes, 17 de febrero de 2009

Aquel día

Fue distinto, como un helado en invierno.
Demostró ser tal cual lo vi, tan transparente y simple que a la vez le hacía interesante.
Era divertido jugar con sus frases. Cambiarles el sentido y disfrutar de su sonrisa.
Sus ojos eran mis cómplices, sus labios una meta. Los quería conseguir, pero las horas nos esquivaban, a la vez, la luna todavía reluciendo, nos tentaba; confundía nuestros pensamientos, pero, lástima... Llega nuestra despedida y en unos minutos recordamos cada frase, cada sonrisa y silencio compartido en esas horas.
Sentía que mi meta se alejaba fríamente, pero... Espera! Encontré una excusa para rodearte con mis brazos, ahora te deseo, siento el calor por todo mi cuerpo, y cuando mis pensamientos empiezan a arder, mis manos luchan por impregnarse de tu aroma.
Mi cabeza se vuelve loca buscando escusas para sentir tus labios mojados.
Los míos, muertos de sed, te tientan hasta conseguir su propósito.



Ahora te recuerdo que puede que no recuerde y que para recordarte, deberás recordarme.
Deseo volver a verte. 

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